martes, 10 de febrero de 2015

Y por qué no un Psicólogo (deportivo)


A lo largo de estos meses, he tratado con numerosos gestores de escuelas deportivas. Todos, o casi todos, me habla de inculcar todos los valores que aporta el deporte: el compañerismo, esfuerzo, humildad, sacrificio, etc. 
Pero pocos a la hora de la verdad transmiten esas ideas a su grupo de entrenadores que son los que, al fin y al cabo, que tratan con los niños más directamente y pueden trasmitir esos valores.

Cuando les preguntas por su staff técnico, hablan de entrenadores preparados, muchos con titulaciones relacionadas con las actividades físicas, otros con carnet de entrenador, todos con el curso de monitor deportivo, etc.

Hablan de coordinadores de metodología, que marcan las tareas a realizar por parte de los entrenadores, trazan una línea de trabajo para los entrenadores de tal manera que la escuela tenga un estilo de juego determinado y trabajado desde la base.

Casi todos cuentan con algún fisioterapeuta que ayuda a los lesionados a recuperarse rápidamente o a prevenir lesiones aconsejando a los técnicos determinados ejercicios.

Así las escuelas deportivas tienen todas las herramientas para formar a los jugadores, para que sepan jugar al fútbol, para que sean técnicamente buenos, físicamente aptos.
Pero, ¿quién les enseña a ser mejores personas?¿Quién y cómo se les inculcan esos valores que vemos colgados en carteles por todas las escuelas deportivas?

Aquí el papel reside en el entrenador, sin embargo, a lo largo de las diferentes titulaciones que les capacitan para desempeñar sus tareas, cuentan con pocas o, en ocasiones ninguna, asignaturas relacionadas con la psicología deportiva a través de la cual podemos trabajar el grupo para que esté formado también en valores.

Por esta razón, al igual que se cuentan con expertos en tácticas, expertos en el cuidado de las lesiones de los jugadores, las escuelas deportivas deberían contar con la figura del psicólogo o pedagogo que enseñara a los entrenadores a gestionar los equipos, a gestionar los vestuarios. Un psicólogo puede enseñar a los entrenadores a:

  •  Comunicarse eficazmente con sus jugadores las instrucciones y la finalidad de los ejercicios. La forma y el modo son muy importantes
  • Saber escuchar al equipo.
  • Motivar al equipo y a los jugadores.
  • Controlar sus emociones y la de sus jugadores.
  • Optimizar las relaciones con los padres de los jugadores, en muchas ocasiones un verdadero problema para las escuelas.



De esta manera, el psicólogo puede colaborar en crear una cultura de valores dentro de la escuela, promoviéndola a través de los entrenadores. 

lunes, 9 de febrero de 2015

Tu hoja de ruta

En nuestro anterior post, hablábamos de metas y de propósitos para este año, de los objetivos que nos hemos planteado, cómo debían ser.

Ahora ya metidos en pleno mes de Febrero, algunos de estos propósitos ya los tenemos en marcha mientras que otros puede que ya se hayan perdido en nuestra memoria para sacarlos dentro de once meses y volver a planteárnoslos en la próxima Nochevieja.

Precisamente de éstos últimos quería hablar. Si el objetivo propuesto lo hemos desechado en apenas 40 días, significa que el objetivo no se ha planteado correctamente. Lo primero que debemos hacer es analizar las causas de por qué no hemos alcanzado el objetivo y volver a plantearlo de nuevo, recordando las características que mencionamos en la anterior entrada: el objetivo debe ser propio, alcanzable y concreto.

Desgrana tu objetivo

Los objetivos deben poder desgranarse en otros más pequeños, pequeños hitos que nos permitan alcanzar el objetivo final. La ventaja de estas pequeñas metas es que cada vez que los alcanzamos, nos refuerza para alcanzar el siguiente.

Siéntate, tómate el tiempo que sea necesario y escribe tu propia “hoja de ruta”. Compártela si lo crees necesario, pero hazlo con quien puedas apoyarte, pedir consejo o ayuda, pero recuerda, la meta final es tuya, que no te condicionen.

Es posible que algunos de estos objetivos no puedas alcanzarlo, no decaigas nunca. Siéntate de nuevo con tu “hoja de ruta”, busca el por qué, toma planes de acción, reformula el objetivo y vuelve a la carga. Tómate este contratiempo como un nuevo aprendizaje.


Modificar la hoja de ruta no supone un fracaso, tan sólo un nuevo e ilusionante camino para alcanzar tu objetivo.